Qué injusticia con las iguanas

Lo poco que nos queda “nuestras iguanas”; especie que hoy se encuentra amenazada a punto de desparecer así como desaparecieron los últimos dinosaurios y otras crías silvestres. Pese a que hoy contamos con normas ambientales no es más que mera letra muerta porque no existen las verdaderas herramientas jurídicas que le ponga control a este flagelo exterminador por parte del hombre, que desde los diferentes estadios de la vida viene atacando las especies silvestres como la fauna y la flora.

Si bien antes lo hacía con un fin medio justificable como lo fue la defensa y medio de sustento, hoy se hace por deporte como la caza, el tiro y fines comerciales. Ante la caza indiscriminada; a las chimilas al verse reducida a la impotencia no les queda más que adherir su barbilla al tronco donde han de ser decapitadas, y con sus ojos expectantes miran al inicuo que corta su cuello.

Esta práctica bien podría decirse que es adelantada más que todo por personas foráneas, porque la gente de nuestro pueblo está íntimamente ligada a estas especies, ya que ellas representan un valor sentimental para nuestras almas, son el recuerdo de nuestra infancia, nuestra niñez, si bien antes pecábamos por ignorancia hoy nos arrepentimos de ello, y en compensación inculcamos a nuestros hijos que hay que cuidar y amar la naturaleza.

Es tanto así, que en virtud de ese gran amor por las camufladas los habitantes de los venados denuncian y claman a las autoridades de policía y del medio ambiente se ejerza un riguroso control para frenar la comercialización de estas especies, que de manera infame son sacrificadas y libremente se expenden en las esquinas y en las calles del Valle, y ante el mismo templo de la justicia como plato típico y afrodisíaco, y consumidas por aquellos depredadores que la degustan sin que les redarguya la conciencia en un instante de reflexión.